Una última y breve observación sobre el destino—. «Todo destino es dramático y trágico en su más profunda dimensión» escribió, en alguna ocasión Gasset. Hace algunos años leí un bello pasaje en un libro el cual afirmaba que la verdadera patria de todo hombre y mujer: origen de sus deseos, e igualmente, punto de partida en el que es forjado el destino de sus vidas, se encontraba en algún momento lejano de la infancia”. Por mi parte, reconozco haberme sentido seducido, y no en pocas ocasiones haber pasado tardes y noches en vela, cavilando, dejando pasar sus horas serenas: pensado, cuando no buscando en el pasado ese preciso instante, hasta dar con él. ¡Que estupidez la mía! sólo posible en aquel que ignora que no importa el origen —apenas sostenido en un reflejo indefinido, que se derrumba una vez y otra en el impreciso caudal de la memoria—; pues poco importa si tal afirmación hubiera de ser cierta, ya que de poco o nada sirve el ejercicio, sino para reconocernos víctima del devenir; pues antes, al igual que ahora, ignoraba el final del camino que emprendía; y, consecuentemente, hacia dónde el destino me conduciría.
Platón, en su Timeo dice que «aquello que sucede, sucede necesariamente por una causa». Plutarco, al final de su libro de fato entiende, que «lo primero y más importante, no es tanto saber que nada deviene sin una causa, sino que todo deviene en virtud de causas anteriores». Por lo tanto, sería inteligente no buscar causas primeras, concluyendo, que todo principio es causa de la anterior y continua sucesión de diversos acontecimientos pasados, los cuales, conducen hasta un determinado principio: principio inductor —catástrofe lo llamarían algunos— o mera discontinuidad que altera los factores que hasta el momento han guiado nuestras vidas, y en el que sin saberlo conjuramos, de nuevo, a las parcas que maniobran infinitos destinos. Será a partir de entonces —y del mismo modo que ya ocurriese con anterioridad— que caminaremos sobre un hilo que por nosotros mismos ira siendo tejido, desconociendo, aquello que aguarda más allá, escondido tras los vados y sombras del camino. Y así será hasta provocar otra inflexión en la maquinaria que rige los destinos: Pues ocurre, que “aquellos fundamentos que gobiernan los misterios del universo, comienzan como engranajes de un viejo reloj a temblar, avanzando en movimiento singular, sin vuelta atrás, cuando unos niños en la roca sentados, imaginando historias en silencio contemplan, con la vista perdida en el horizonte y la esperanza labrada en el tiempo, la difusa silueta de sus sueños, forjados el murmullo sibilino del viento y el rugir furioso de olas, que golpean los límites que le han sido impuestos al mar."
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