Sobre los escenarios del absurdo—.
Vladimir: ¡Qué! ¿Nos vamos?
Estragón: Sí, vámonos.
No se mueven.
(S. Beckett: Esperando a Godot)
«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Esta idea venida del concepto que define una determinada corriente o pensamiento, y que es a la vez ilustración de un determinado momento0, habría de durar poco tiempo: no pudiendo sostenerse, sin aquel pensamiento profundo y constante que la animase con fuerza1». De otro lado, luego la idea se encontraría igualmente manifiesta —además, de en otras expresiones2— en lo que se dio en llamar como Teatro del Absurdo3. Y particularmente, en aquella obra4 del dramaturgo irlandés S. Beckett, en la que los personajes muestran de manera resuelta, el tedio y la carencia de significado que, para ellos, tiene la vida moderna. Sin embargo, el absurdismo no tiene lugar ni época que lo contenga, y aquel sentimiento apático propio de posguerra, cafés y variedades risueñas, de algún modo daría paso a un nuevo paradigma —contingencia ésta muy propia de nuestros tiempos— cuando la exégesis de la manifestación escénica se vio, en algún momento desplazada: arrebata, y en una proyección de su propio marco desligada, aumentando la entropía de lo irracional, ya no sobre las tablas, sino en el turbulento albero de la falacia que recuerda, con desvelo, que tras el último acto de esta farsa, aguarda pacientemente su comienzo… la tragedia. . «Todos nacemos locos; algunos, continuarán así siempre». (S. Beckett)
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0de Europa
1«Hay una felicidad Metafísica en defensa de la Absurdidad del Mundo —dice Camus—. Si bien, no podrá ésta sostenerse, sin un pensamiento profundo y constante que la anime con fuerza».
2 literarias, pictóricas etc…
3. Teatro del Absurdo es un término empleado por el crítico Martin Esslin en 1962 para clasificar a ciertos dramaturgos, estadounidenses y europeos; franceses en su mayoría, entre 1940 y 1960. El teatro del absurdo tiene fuertes rasgos existencialistas y cuestiona la sociedad y al hombre. A través del humor y la mitificación escondían una actitud muy exigente hacia su arte. La incoherencia, el disparate y lo ilógico son también rasgos muy representativos de estas obras que pretenden recoger todas esas inquietudes y preguntas, pero sin dar respuestas; estas se las deja a usted, le deja la inquietud de la respuesta y de la interpretación; es usted quien tiene que entender que eso que vio es tan absurdo como la vida misma y que con dar una moneda a un mendigo no soluciona su problema ni el suyo. Puntualizar: que cada obra crea sus propios modelos y características implacables de lógica interna: cómica, triste, patética, macabra, humillante, angustiosa o violenta.
4. Esperando a Godot
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