Sobre el saber… y saber que somos impulsados—.

 Sobre el saber… y saber que somos impulsados—. «Por naturaleza —afirma Aristóteles— tienen todos los hombres deseo de saber»1[πάντεςἄνθρωποι τοῦεἰδέναι ὀρέγονται φύσει, 980α 21]2. Aristóteles nació hace más de veinticuatro siglos, en la Antigua Grecia; sin embargo, no por pertenecer a un lugar y tiempo, que nos puedan parecer ahora tan sumamente lejanos le eran ajenos los sentimientos, deseos o las propias sensaciones que son, al ejercicio que me propongo aquello que nos concierne, independientemente, de quién y en qué lugar o tiempo las experimente. Y dado que pocos encontraré, mejor facultados que él, en tanto al «Saber», y que exponerlo en toda su magnitud sería a este ejercicio un exceso, consideraré, por el momento, y con ello también así finalizar el exordio en el que me veo envuelto, que Aristóteles no solo tenía razón sino que sigue hoy estando en lo cierto: Cierto, que no hay nada que ocurra en el universo y consecuentemente en el mundo —derivado de la naturaleza o las personas— que no estimule al pensamiento, en el hombre que observa y aprende, a través, del medio en el que se desenvuelve, impulsándole a saber. «Saber» que en su conjunto y resumido en una sola palabra es entendimiento; facultad esta que habrá de adquirirse por el examen de las cosas a partir de aquellas experiencias sensibles2.1 —también llamadas impresiones— y la información que estas últimas le ofrecen al juicio respecto de las primeras— procurando llegar a «conocer» y, consecuentemente a su producto: «el conocimiento». Conocimiento que —como dice Kant en la primera línea de su estética trascendental— comienza con la experiencia, pero esto no significa que todo él derive de la experiencia 2.1.0, y que llevando a reflexión jerarquiza, estructura, ordena y discrimina la información, e igualmente encuentra respuestas y soluciones —a las cuestiones y problemas derivados de las cosas— por medio de la razón y los demás caudales adquiridos2.1.1 a través de ella. Esto es, «el entendimiento» que da sentido al mundo, venido del asombro a despejar el horizonte2.2: “nuestro horizonte”; «horizonte, pero limitado, pues nace de una limitación: limitación, que delimitan las propias cosas, e igualmente, también, nuestra visión de ellas»212. Sin embargo, de tantas cosas que nos son extrañas, sería insensato abandonarnos, admirando asombrados todas ellas: deleitándonos luego, en pueriles cavilaciones ingeniosas. Se precisa de esta labor un orden y, sobre todo, establecer cierta prioridad. Más cuando lo que de cierto apremia ahogándonos con el juramento de su lobreguez, es la total ausencia de razón que justifique el sufrimiento que deviene de la manifestación de la propia existencia. Esto ya lo advirtió Sócrates —filósofo, pero antes soldado— siendo el primero que, tomando aguda conciencia, de la vasta tragedia humana que, de manera continua, discurría ante sus ojos —lejos de especular con vanos conceptos—recordó, que “dados a la reflexión es la existencia el primer y mayor problema que debemos abordar”: estimulando así una nueva forma de pensar, e incitando con ello al examen incesante de uno mismo, así como igualmente al de los demás.

Sería luego llevado de esta aptitud entorno a las circunstancias que condicionan, dando o restándole sentido a la vida; y donde precisamente el saber está en ser buscado —más cuando hallado posibilita favorables los cambios— que, de los resultados obtenidos a partir de una primera introspección, no advertí móvil alguno que a diario determinase mis pasos, más allá del mismo deseo que, desde antaño, había guiado mis actos; e igualmente, el devenir de buena parte de la humanidad. Pues según pude constatar fue igualmente Aristóteles, quien convino que debía existir un fin supremo: deseado no sólo por él sino por todos mortales —principio liberador de todos los males— deduciendo, finalmente, que este fin no debía ser otro que la felicidad; pues «Siendo la felicidad mejor y más bella que todas las cosas, es también la más placentera» [ἡμεῖς δ᾽ αὐτῷμὴσυγχωρῶμεν. ἡ γὰρεὐδαιμονία κάλλιστον καὶ ἄριστον ἁπάντωνοὖσα ἥδιστονἐστίν. 1214α]3. Sin embargo, cuál sería mi asombro, que habiendo a la sazón repudiado la senda del autoengaño, que conduce a no a saberse uno quién es jamás, pude observar —y no sólo de mis actos— que la búsqueda de la felicidad o el mero hecho de desearla, pudiera ser aquello que motivase cuanto de trágico en la vida hubiere de acontecer. Y parece lógico preguntarse, cómo puede ser; qué de malo puede haber; y la verdad yo tampoco lo sabía: siquiera apenas lo intuía antes de comprender, gracias a unas viejas lecciones4 de filosofía, aquello que Aristóteles al comienzo de su metafísica nos refería, a saber: que primero y por encima de cualquier anhelo de saber «Tienen o sienten todos los hombres deseo…» Deseo que no tanto es una clase mayor de querer sino más un “impulso” o disposición genérica de la razón “sine iudicium”; entendida la razón 5 como puro ámbito de representaciones: “inerte” y sometida a las pasiones —dice Hume6— en tal medida, que no puede esta pretender otro oficio que servirlas. No alcanzando de este modo la razón ser motivo de acción, ni mucho menos oponerse a la pasión que venida a lomos del impulso —antes “velado” y alimentado bajo una sutil estela― se mostrarán ambos luego como «una sola cosa» en cuanto tal, y poderosa que dará origen a la acción. Pues ocurre con el deseo como con tantas otras cosas que, al desnudarlas, encontramos en ellas un saber: “saber que resguardadas bajo estas existen otras que la constituyen, forman y alimentan, y que son dadas encubiertas, veladas a la razón, que las ignora cuando ingenua las experimenta”. Y es por ello que concluyo que no habrá de darse por pedestre este saber: «pues saber que por naturaleza estamos impulsados, no es un saber cualquiera».

 ____________________________

1. Traducción de X. Zubiri - Cinco lecciones de Filosofía, La filosofía como modo de saber; Ed Alianza 1988, Pág. 17.)
2Aristotle'sMetaphysics (Metafísica, de Aristóteles), ed. W.D. Ross. Oxford: Clarendon Press. 1924.
2.1Todos los materiales del pensar se derivan de nuestras sensaciones externas o internas (Investigación sobre el entendimiento humano, Hume)
2.1.0 Zubiri - Cinco lecciones de Filosofía, Kant: la formulación del problema filosófico, Ed Alianza 1988, Pág. 64.)
2.1.1 de la experiencia
2.1.2 (Sobre el problema de la filosofía y otros escritos, Alianza Ed, 2002)
2.2 El mundo según Husserl, adquiere sentido por su horizonte
3Aristotle'sEudemianEthics (Ética Eudemia, de Aristóteles), ed. F. Susemihl. Leipzig: Teubner. 1884.
4Zubiri - Cinco lecciones de Filosofía, La filosofía como modo de saber; Ed Alianza 1988, Pág. 17.)
5 Expresado este concepto de razón, por aquel componente negativo que reivindica Hume: como un instinto maravilloso y a la vez inteligible, que nace de «la observación y de la experiencia pasadas» (TNH I, iii, 16)
6 «Reason is, and oughtonlyto be theslaveofthepassions, and can neverpretendtoanyother office thanto serve and obeythem. » (TNH, II, iii, 3)
6 Zubiri - Ibíd., Ibíd.; Ibíd., Ibíd.,

 

No hay comentarios:

VOLCÁN TELICA (3) / BLOQUES O BOMBAS VOLCÁNICAS /subiendo volcanes / divulgación geología / jorge maqueda (colaboraron en esta entrada: Pierre Lavina, Pippo Scarpinati)

SUBIENDO VOLCANES / Divulgación A estas alturas, en la que media españa a dejado de ser especialista en epidemias para volverse especialista...

Entradas populares

Entradas populares

Fotografía Volcanes


La erupción del Cumbre Vieja, en La Palma; a través de 40 imágenes

Repasamos el día a día de la erupción del volcán y la convivencia con los habitantes, científicos y fuerzas de seguridad con el coloso a través de 40 fotografías.
Volcanes



Un nuevo estudio en el lago Toba desafía el conocimiento existente acerca de los supervolcanes.

Para Danišík, estos hallazgos desafían el conocimiento existente y el estudio de las erupciones, que normalmente implica buscar magma líquido.