Cerca del respiradero, un flujo de lava puede moverse hasta varios kilómetros por hora; sin embargo, al entrar en contacto con el ambiente externo, la lava se enfría rápidamente en la superficie formando una costra que ralentiza el flujo de la fundición. Entonces, ya a unos pocos kilómetros del respiradero eruptivo, el flujo de lava se mueve a una velocidad de unas pocas decenas de metros por hora.
La velocidad de un flujo depende de varios factores, incluida la velocidad de alimentación, es decir, la velocidad a la que hace erupción la lava, la composición de la lava y su temperatura (de la que depende la viscosidad de la lava y, por lo tanto, su capacidad para fluir) y, por último, pero no menos importante la pendiente del terreno sobre el que fluye la lava.
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