La escalera de Jacob

La mente consciente, nos dice David J. Chalmers,  nos es a la vez, lo más familiar y lo más misterioso del mundo. Nada hay que conozcamos de forma más directa y, sin embargo, nada hay más complicado que ella. Lo cierto es, que averiguar de qué profundos secretos nos vela esa necesaria e infatigable compañera que nos da la razón y, a la vez, nos niega el conocimiento de su compleja esencia, son las grandes metas que hoy por hoy ansían alcanzar los más avezados exploradores de lo que se ha dado en llamar ciencia. Desvelar sus profundos enigmas parece, en principio, una ardua y difícil empresa. Pero, si complicado puede ser entender la mente consciente cuánto más intrincado puede ser entender, el misterioso propósito que motiva luego al subconsciente: Ese “Otro yo” como  lo llaman algunos, que despierta en el interior de todos nosotros, normalmente, durante el sueño estremeciendo nuestro bien merecido descanso; acelerando el pulso con sudores y sobresaltos; privándonos del descanso reparador y, cuyo origen luego, al despertar nos es tan embarazoso concretar. 


Ciertamente, a muchos infunde temor la visión de esa espesa selva reticular, hacia la que solo algunos curiosos -aventureros inquietos- de manera consciente se adentran; buscando la exótica naturaleza de aquellos manantiales etéreos de los cuales emanan caudalosos ríos de omnisciencia. Pero, dejando de un lado a Freud y su necio simbolismo pueril relacionado con los sueños y, por el cual, todos y cada uno de nosotros somos en mayor o menor medida víctimas de patologías neuróticas y, por lo tanto enfermos; lo que es tanto como decir: que se trata de un proceso natural, y todos, en mayor o menor medida somos personas relativamente “normales”; desde hace tiempo me pregunto: si los sueños no son algo más que un amasijo de imágenes pertenecientes a la vida física; si no entrañan algún otro propósito al margen de lo que hoy algunos científicos entienden: como un aspecto fundamental de los mecanismos de la memoria, a la hora de deshacernos de innecesarios recuerdos.

A menudo por la noche, aprovechando los momentos de mayor silencio, mientras descanso estirado en la cama o en el sofá, con la vista fija en el techo, me pregunto, en la oscuridad, si entre los brumosos pasillos de ese laberinto no se halla perdida, olvidado entre los tejidos más antiguos del tiempo; un interruptor liberador de un mecanismo de ocultos propósitos que transita entre los intrincados significados de los sueños y, por el cual las personas seríamos capaces de abrir una puerta que ha permanecido cerrada desde el origen de los tiempos. De otro lado, es curioso darse cuenta, y esto lo observo a menudo, como la mayoría de la sociedad en occidente obvia los posibles significados dimanantes de tales experiencias, atribuyendo a tal evento un proceso natural, sin nada de particular, como lo puede ser un dolor de cabeza o las molestias que causa el estreñimiento. Pocos se detienen por un momento a pensar en el lóbrego y desconocido mundo onírico al que tan singulares imágenes pertenecen, sin reparar, en la importancia o no que para ellos pueda llegar a tener, cuanto menos intentar recordarlas, ya no digo comprenderlas. 

Modestamente, opino que deberíamos ser como poco cautos, en relación, a aquellos sucesos que de manera inconsciente nos abordan, así como con la subjetiva realidad que percibimos; precisamente debido a nuestra incapacidad de co-relacionar los múltiples y, a veces, incomprensibles sucesos que de ambos estados se derivan. Por mi parte, y cuanto más  me adentro en mis pensamientos, me reafirmo en la creencia de la existencia de un algo – rehúso decir el que - parejo a nuestra realidad consciente donde posiblemente se encuentran registradas las claves de un complejo conocimiento que, sin embargo, no podemos observar de manera voluntaria y consciente. Se trataría, en todo caso, de una dimensión velada a nuestros sentidos ordinarios y, a la que de alguna manera el subconsciente tiene relativo acceso, asomándose de vez en cuando y del que quizá (quien sabe) de algún modo nos intenta salvaguardar.

De todos es conocido que el cerebro no es auto-suficiente, y que se sirve de los distintos sentidos para crear la realidad subjetiva que la mayoría de nosotros percibimos, representando un sin fin de cosas, todas ajenas al mismo. Este, ayudado por los mecanismos de la memoria, ejercicios de comparación y la progresiva experiencia, lentamente va componiendo lo que todos llamamos consciencia – consciencia de sí mismo y del mundo que le rodea -. Si este proceso se ve censurado o abortado por algún motivo, encontramos que la consciencia se ve drásticamente limitada; algo así como lo descrito por Platón, en su mito de la taberna. Lo cierto es, que el cerebro no sabe que un color existe hasta que no lo percibe; no distingue que un  amarillo es débil si no conoce diferentes tonos de  amarillo entre los que los poderlo procesar. Lo mismo ocurre con otros tipos de experiencias: es imposible determinar lo grande, o bien, que aquello que se observa es un armario, si no es comparándolo con medidas u otros objetos anteriormente procesados. De ello se deduce que la interacción con el mundo es fundamental, en el proceso de maduración Cognoscitiva. Luego, con el tiempo, la mente alcanza una cierta habilidad: inclusive si la información recibida (de fuera) sobre algún tipo de objeto, está fragmentada o es insuficiente, esta recrea (dentro) una imagen o representación totalmente completa, sobre la base de experiencias anteriormente adquiridas, mostrando un conjunto que total o parcialmente, no está siendo observado. Ello quiere decir que el cerebro toma los elementos que le están siendo suministrados, o bien tiene almacenados, valiéndose de ellos para informarnos de aquello que, aunque no vemos por completo, este puede hacernos comprender. Sin embargo, ¿Qué ocurriría si la mente, en este caso el subconsciente, percibiese sensaciones superiores, información desconocida i lo mismo ajena a la información anterior y almacenada de los propios sentidos i experiencias del medio que poseemos? Sensaciones que del medio él pudiese percibir, pero no explicar, pues no posee experiencias similares conscientes propias en que basarse, para poderlas representar. Evidentemente, no permanecería impasible. Aunque lo más probable es que este se valiese de nuevo de aquello que tiene a mano, las imágenes y percepciones relativas a la vida cotidiana ya almacenadas, utilizándolas con la finalidad de representar i hacernos entender las nuevas percepciones. De ahí posiblemente, el aparente caos y abstracción que sugieren los sueños / pero lo mismo es altos estados de sensibilidad i percepción de las formas del medio / lo cierto es , que problema sería tal, como tener que  explicar a un ciego los colores y, quien sabe; pocos entenderían el mensaje. Pero, Lo cierto es, que esa comunicación existe.

         antes me remití a Schopenhauer, quien en su principio de la razón suficiente afirmó, que ”la única diferencia esencial entre el hombre y los animales es aquella facultad de conocimiento exclusivamente propia y totalmente particular del hombre, basada en el hecho de que el hombre tiene una  clase de representaciones de las cuales no participa ningún animal”. Huelga decir que se refiere, no a cosas del medio de las que participan los animales / sino a conceptos / es decir: representaciones abstractas en contraposición a las intuitivas de las cuales se extraen las primeras. Por algún motivo que supera toda posible explicación, los conceptos (venido de la razón y por poner un ejemplo) del espacio y el tiempo, aparecen en la mente humana surgidos de ningún lugar más allá de la única motivación antes de las propias ideas luego los conceptos. La geometría es después el fruto de tales representaciones, llevadas al plano humano y lo mismo como con ella, ocurre con otros muchos conceptos y materias / pero no se extravíen No hablamos  (exactamente) de eso / Ramón Llull. Teólogo y visionario que retirado al monte Randa en busca de renovación espiritual, tras muchos días de ayuno y contemplación juro haber tenido una revelación (sueño lucido / es decir. escribe sin saber de antes aquello o de donde i luego por que eso ahí y Plasmada después en su gran arte o “ars magna” en su caso, El Ars desarrollando un lenguaje formal basado en la lógica combinatoria para poder hablar de todo aquello relevante a la filosofía y la religión sin la barrera de las lenguas  / pero i mas allá de la idea / la cuestión es... ¿de dónde surgen tales ideas? Nada surge de nada. Sin embargo, en ocasiones los sueños i lo mismo el subconsciente (mientras estamos incluso conscientes sentimos) que va más allá de de las limitadas fronteras (que entendemos) de nuestra consciencia, entablando relación directa con misteriosas fuerzas que se encuentran más allá del todo lógico razonamiento (que a estas revelaciones queramos dar). Se trata en todo caso de personas que no interpretan y con asombrosa claridad y sorpresa desarrollan de si mismos, la turba de imágenes que bombardea durante la vigilia nuestra mente consciente hacia ser consciencia de uno Y De la importancia que supone  (este dejarse llevar del subconsciente - de manera consciente) podemos encontrar claro ejemplos en la historia como e la biblia, testimonios de personas que un día se levantaron con laberintos en la cabeza, que desconocían cuando se fueron a acostar. Así, Giordano Bruno hace 500 años, proclamó en su cena de las cenizas, que el mundo era el efecto infinito de una causa infinita, además de escribir aquella frase famosa que decía “podemos afirmar con certidumbre que el universo es todo centro, o que el centro del universo está en todas partes y la circunferencia en ningún lugar”. Entonces lo enjuiciaron y quemaron por ello; hoy, sin embargo, ningún científico negaría tan acertada revelación. De cómo Giordano llegó en aquel tiempo, no sólo a ésta, sino a otras muchas ideas, algunos afirman que fue ayudado por visiones y sueños. Igual la propia Biblia, nos narra la historia de lo sucedido al  patriarca Jacob, hijo de Isaac y Rebeca, quien salió de Berseba dirección a Jarán y al llegar a un lugar llamado luz, se dispuso a pasar allí la noche. En aquel lugar tuvo un sueño donde vio una enorme escalera anclada al suelo, por la que subían y bajaban ángeles del cielo. Arriba, estaba el Señor, quien le señaló un camino profetizando así su destino. Al despertar tubo tanto miedo, que exclamó - ¡Qué terrible, nada menos que la casa de dios, y la puerta del cielo! –.

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