Skoura, Boumalne, Dades, Todra.
Una vez bajamos de las montañas pasamos la noche en Imill. Al día siguiente nos levantamos temprano, y volvimos a Marrakech: gran parte del grupo del Toubqal (Toubkal) volvió a España a pasar fin de año con la familia. Nosotros: el guía Pako, un compañero y yo mismo, nos quedamos uniéndonos en Marrakech a un segundo grupo que venía de Barcelona ―a pasar la noche de fin de año entre las dunas del desierto― , y con el que nos dirigiríamos al Sur, a Merzouga: la puerta del Sáhara.
Skoura
El viaje hasta el desierto sería largo, como no puede ser de otra manera. Es mucha distancia: un día prácticamente de Viaje por carreteras recorriendo pueblos entre estepa presahariana. Kilómetros y kilómetros nos esperaban ―más de 700 km―, con breves e interesantes paradas en las Gargantas del Todra y Dades; pero, primero de todo pararíamos en Skoura; donde se encuentra el mayor oasis del Valle del Dadès, a los pies de las Montañas del Atlas; una gigantesca arboleda en medio del desierto, con más de 70.000 palmeras, olivos, higueras, almendrales y granados y, donde paramos para disfrutar de una excelente puesta de sol: "la penúltima del año", antes de dirigirnos al hotel donde pasaríamos la noche, en Boumalne, a una hora escasa de Skoura.
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Skoura |
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4 h 21 min (235,4 km) por N9
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Boumalne
Cuando dimos por terminada nuestra parada en Skuora, nos pusimos en marcha: aún teníamos que cenar, y nos quedaba todavía una hora hasta llegar al hostal “Le Bleu Ciel” en la localidad de Boumalne Dades. Boumalne Dades es una localidad en la provincia de Tinghir, Drâa-Tafilalet: Justo en el borde de la meseta desértica, en la desembocadura del alto valle del Dadès (a más de 1500 m de altura). La mayoría de sus residentes, como los del valle del Dades, son bereberes.
La cena esa noche estuvo fantástica, comimos, reímos y cantamos todos ―guías, clientes y trabajadores del local, y algún que otro extraño al ritmo de cánticos tribales: se sentía en el ambiente una felicidad manifiesta, pues nos esperaba al día siguiente un fin de año singular, entre las dunas del desierto.
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Cánticos y Música durante la cena en la Pensión |
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1 h 1 min (77,9 km) por N10
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A la mañana siguiente, con unas agujetas del demonio ―al menos en mi caso― nos levantamos y preparamos para reanudar cuanto antes la marcha, no sin antes hacernos la foto de rigor en la terraza de la pensión, por cierto: hacia un frio del Carajo.
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Boumalne Dades. Tinghir, Drâa-Tafilalet |
Dades y Todra
La garganta del Dadès es un profundo barranco o desfiladero de Marruecos localizado en el Alto Atlas, en el valle alto del río Dadès, entre las localidades de Msemrir y Boumalne Dadès muy cerca de donde habíamos pasado la noche. Desde la cima del valle se puede observar la carretera serpenteante junto a la garganta del río, que conecta con el valle de Msemrir. Las vistas desde este punto son espectaculares, y los conductores suelen parar para que el viajero disfrute de las vistas y del lugar, que desprende una tranquilidad pasmosa.
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Dades, apenas amanecido |
Dades es, sin ningún lugar a dudas, uno de los lugares más fotografiados de Marruecos, gracias al espectacular paisaje que podemos disfrutar desde lo alto de su mirador. El conductor, sintiéndolo mucho, no tardó en reanudar la marcha pues, aún nos quedaba más de una hora hasta nuestra siguiente parada: La garganta del Todra.
Después de poco más de una hor, por fin llegamos a Las famosas Gargantas del Todra: unos espectaculares cañones de rocas, que en su punto más alto presenta unos acantilados que superan los 100 metros de altura, con poco más de 20 metros de separación entre sus enormes paredes.
Entre las enormes paredes de roca, baja un río semiseco de agua cristalina, que tiene su origen en la Cordillera del Átlas, éste va recorriendo su camino formando un esplendido oasis de palmeras y olivos, que se pueden contemplar desde los miradores situados entre las Gargantas y Tinghir.
A pesar de que el turismo ha hecho mella en el lugar, como en tantos otros sitios, se trata de un lugar extraordinario que por unos instantes nos hace sentir insignificantes Estas Gargantas son el paraíso de muchos escaladores. Se podían ver algunos grupos de ellos, algunos extranjeros y otros de gente del país que incluso te invitaban a que probases tus destrezas en las vías que ellos habían montado pero... como ocurriera con anterioridad, no teníamos demasiado tiempo, si queríamos llegar al desierto con la luz aún del día.
En esta region hay poblaciones solitaria, auto-suficientes, relativamente grandes, ricas y pobladas, con niños, a diferencia de las poblaciones de montaña de la mayoría de Europa, donde – fuera de los círculos turísticos — solo pueblan viejos y la esperanza de vida se mantiene en un efímero y transparente equilibrio.
La primera tarde la pasamos en las cercanías de Tachakchte donde se sitúa el refugio en un recodo de la carretera. Visitamos el poblado tras la llegada.
Los niños, curiosos y atentos a la novedad de ver algo tan extraño como los turistas, nos van siguiendo por las callejuelas de tierra de la población. Paramos a comprar en una pequeña tienda y no se me ocurre nada más que darles un gran paquete de galletas de chocolate para merendar. Al momento, ante nuestro asombro, se desata una verdadera batalla campal. Por suerte puedo arrebatar el codiciado paquete a los niños y dárselo a un mayor que, como puede, pone orden para repartir el festín.
Al día siguiente un poco renqueantes y cansados empezamos a caminar en las cercanías de la población de Amassine, la cual nos sorprende con la colorida torre de la mezquita y la enorme Cashba (en su día hotel) que corona la población. Seguimos por terreno verde y a la vez árido, pasando por los Azibs Zan donde comemos. Un terreno casi abandonado ahora en invierno y que en otoño se llena de recolectores de azafrán, el oro rojo de la región. (pudimos comprar 1 gramo de azafrán por 2 dírhams, en Marrakech vale 8, en Europa ni idea de los que puede valer un gramo, pero seguro que varios euros). Por la tarde bordeamos el cresterio del Jebel Amszdour, traspasando el collado homónimo. Desde este elevado punto podemos ver al fin el Jebel Siroua en toda su magnitud. Descendemos por la tarde hacia la zona de los Azibs Iriri, pasando por unas curiosas cuevas bajo formaciones de basalto.
Llegamos con la tarde avanzada y dejamos escapar las últimas luces de día mientras descansamos dentro de una cabaña y nos preparan la cena. Me encantan estos lugares lejanos y rudimentarios, sin más comodidad que la luz de día que se escapa como la arena entre los dedos. Pasa el tiempo, baja la temperatura, todo es sobrio y austero. Llega la cena caliente, reconfortante, apetitosa, impregnada de los olores de antaño. Tras ella el calor del saco, la dicha de descansar porque sí, solo porque al día siguiente nos espera una bonita y agradable ascensión.
El día de cumbre madrugamos menos de los previsto y salimos un poco tarde El día es bello, tenemos horas y la montaña muestra su mejor cara… ¿qué más queremos? La subida a la cumbre es fácil pero variada, con un primer collado secundario, otro segundo más importante, una extensa pala y un altivo flaqueo en busca de la brecha final de la via normal. .
Descenso de tarde. Sombras frías de enero. Todo parece quieto, inerte, el frio da esta frágil sensación. Al llegar a los Azibs nos espera la camioneta para volver. Pista larga donde las haya. Suerte que la realizamos sobre cuatro ruedas … se hubiese hecha eterna. Noche de nuevo en el refugio de Tachakchte. Sopa caliente, estancias gélidas. Vida austera. Hospitalidad Primitiva
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