Probablemente al pensar en un volcán
se imaginará un estratovolcán, como Mauna Loa, Teide o el Vesubio, una montaña
cónica formada por muy violentas erupciones. Pero la realidad es mucho más
compleja: la mayor parte de la lava generada en el planeta se
libera a través de fisuras sumergidas en el océano. Por eso, a la hora de
identificar el mayor volcán de la Tierra no basta con fijarse en la montaña más
alta: hay que tener muy en cuenta la parte que queda sumergida bajo el mar o
incluso en el subsuelo.
En esta línea,
un grupo de investigadores de la Universidad de Hawái en Manoa, Honolulu, ha podido identificar cuál es el volcán
más enorme de la Tierra: se trata de Pūhāhonu, un volcán sumergido
situado al noroeste del archipiélago de las Hawái, en Estados Unidos. Sus
conclusiones se han publicado recientemente en «Earth
and Planetary Science Letters».
«Nuevos datos batimétricos –de las profundidades– y los mapas de gravedad, así como cálculos más refinados sobre el volumen y los análisis de petrología –estudio de la composición de las rocas– muestran que el volcán Pūhāhonu es el mayor y el más caliente de la Tierra», han escrito los autores del estudio, dirigido por Michael O. García.
Desde la superficie, Pūhāhonu no es muy espectacular. Quien
navegue por sus cercanías, a 952 kilómetros al noroeste de Honolulu, solo verá
dos islotes, que apenas se elevan
50 metros sobre el nivel del mar y en los que solo recalan las
gaviotas y los seres que viven incrustados en las rocas. Su humilde porte
explica que su nombre signifique «tortuga emergiendo para respirar», en
hawaiano. Pero
en la oscuridad, bajo las aguas, se esconde la
más monstruosa «panza» de magma que se haya observado hasta ahora
en el planeta. Los análisis han revelado que su tamaño es casi dos veces
superior al de Mauna Loa, otro volcán hawaiano que hasta ahora era considerado
como el mayor de la Tierra y que se eleva casi nueve kilómetros sobre el suelo
oceánico, más que el Monte Everest. De
hecho, los investigadores han situado el volumen de Pūhāhonu entre los 119.000 y los 177.000 kilómetros cúbicos,
mientra que Mauna Loa tiene 74.000. Es decir, Pūhāhonu puede ser hasta dos
veces mayor que el que hasta ahora se pensaba que era el mayor volcán.
Pūhāhonu apenas sobresale «para respirar», pero sus raíces
se adentran mucho en las profundidades. Los investigadores han concluido que solo el 30% de su volumen sobresale en el
suelo marino, mientras que el resto está oculto más abajo. De hecho,
han concluido que la masa del volcán es tan enorme que ha hundido la corteza
terrestre unos cuantos kilómetros, en el curso de los 14 millones de años en los
que se formó. La presencia de olivino y otros
minerales en algunas rocas sugiere, según los autores, que el magma de este
volcán estaba muy caliente, a cerca de 1.700 ºC, más que cualquier otro volcán
hawaiano. Esto es una importante pista que indica cuál pudo ser el origen del
Pūhāhonu.
Para comprenderlo hay que situarle en su contexto. El
archipiélago de Hawái forma parte de uno de los sistemas volcánicos más
estudiados: la Cadena de montes
submarinos Hawái-Emperador. Este sistema es resultado de un «punto caliente»:
una zona donde una pluma mantélica, una especie de fisura por la que
ascendieron materiales muy calientes del interior del planeta, fue atravesando
la corteza terrestre y creando volcanes.
Curiosamente, mientras que la pluma estuvo más o menos en
el mismo punto, la placa tectónica del Pacífico se fue moviendo, de forma que
la pluma fue creando una cadena de
montañas submarinas de 6.200 kilómetros de largo que van desde
Hawái a las islas Aleutianas, cerca de la costa oriental de Rusia. Allí hay
cuatro volcanes activos, dos dormidos y 123 extintos: la mayoría de ellos tiene
el aspecto de atolones o montañas marinas.
Según lo que han observado estos
investigadores, el magma alcanzó temperaturas que indican que el proceso que
hizo nacer a Pūhāhonu ocurrió de una sola vez: una única «onda» de magma
ascendió, aumentó el diámetro del núcleo de material y creó una capa aislante
que aumentó más las temperaturas.
Los investigadores reconocen que la Cadena de montes
submarinos Hawái-Emperador es uno de los lugares donde mejor se ha estudiado el
efecto de una pluma mantélica sobre la superficie. Pero argumentan que todavía
hoy se pueden seguir descubriendo interesantes detalles sobre esta parte tan
relevante del planeta, para alcanzar «una comprensión más completa de la
mecánica y la evolución térmica de las plumas del manto». Se estima que la pluma
de este punto caliente tiene de 500
a 600 kilómetros de ancho y hasta 2.000 kilómetros de
profundidad. En sus 85 millones de años de actividad, ha creado unos 750.000
kilómetros cúbicos de roca. Una minúscula parte de ellos hoy es el mayor volcán
de la Tierra: su nombre es Pūhāhonu.