1-Acerca de la satisfacción de un deseo resuelto, en su representación—. En alguna ocasión dijo Borges y, siempre que puede recuerda Savater: “me enorgullezco no de lo que escribo sino más de lo que leo” empero, en mí caso, más son las veces luego que me arrepiento. Llevaba algún tiempo, más de dos meses buscando las obras completas de Wittgenstein. Cuál sería mi sorpresa, pero, que tras algo más de un mes después de haberlo solicitado, y cuando por fin ya lo tenía en mis manos que: «Ay dios —exclamé— este libro no es». No podía ser. Comprobé, no sin asombro, que faltaban del tomo: el (Tractatus lógico-philosophicus. (1921) e igualmente, las Investigaciones filosóficas (Philosophische Untersuchungen (1953). Sin embargo, no iría mi gozo al fondo del pozo cuando, del tomo, los diarios de Wittgenstein descubrí, que me eran antes del todo ajenos para mí. De ahí, luego que lejos de la decepción me embargase el asombro. No escapa a nadie que se trata de uno de los personajes más influyentes del siglo XX, y de cuanto encontré no hallé desperdicio; mas es curioso que prestando atención al diario, las notas y epístolas(1) de algunas, como la carencia de sentido de la definición russellana del cero, y sobre la cuestión entera de la existencia de números de cosas(2), más adelante y, a través, de otras notas dispersas se comprenda —marginando el significado literal de la hipótesis que el autor quería darnos por resuelta— no ya la solución de esta, por una fórmula dada, sino más el deseo a la solución tal y como nos es propuesta; y de esta forma de sus propias palabras se entienda, o se pueda entender, cuando leemos en otro contexto: “la representación de un deseo es, eo ipso, la representación de su satisfacción”(3). Y me pregunto, acaso ¿no es igualmente la representación de su deseo —una hipótesis— la solución, que nos ha sido propuesta? De lo que resulta la obtención de un deseo, en su representación que es, igualmente, y por tanto, la representación de su satisfacción. Independientemente, del significado o la veracidad esta.
©Jorge Maqueda Merchán (2011)
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