Cuando hablas con los guías kurdos, más si estos son de Dogubayazit, todos te cuentan y recuerdan, que han nacido allí; que la llevan subiendo desde pequeños y se han criado en ella y, es indiscutible, cualquiera allí lo puede comprobar, que la montaña está omnipresente en la vida de todos los habitantes de de Dogubayazit. Pero, y volviendo al tema de si la montaña es suya, y a tenor de lo que podemos ver a medida que ascendemos —día tras día— comprobando, como las zonas de los campamentos está perfectamente delimitada, y el terreno repartido en pequeñas parcelas donde cada guía o empresa tiene la suya, con sus tiendas de cocina y baños donde instalar a los turistas, casi que uno afirmaría que “la montaña es suya” o, al menos, esa es la sensación que da a todos lo que hemos pasado por aquí.
Campamento a 4300m (Monte Ararat) |
Pero que alguien se otorgue la propiedad de algo tan magnífico, es más por lo que les reporta, Así de resumido y absurdo es el sentido que tiene tiene esta montaña hoy para unos y otros hoy (administradores y disfrutadores) este formidable volcán, por cierto,“Sagrado” para los armenios y, (según los propios armenios) legítimos herederos por derecho —y propietarios — de este magnífico lugar. Recordemos...
La Armenia actual es sólo la parte oriental de la Armenia histórica, siendo hoy una pequeña república ex-soviética en torno al lago Sevan. Lo que fue antaño la "Armenia occidental" se encuentra cerca del lago Van, y hoy forma parte de Turquía. Y la "Armenia meridional" está en Irán, justo a orillas del lago Urmia, su «tercer mar». Sin embargo, cuando pregunto por los armenios, en Van, Dogubayazit, o ya sobre el Ararat, nadie me dice nada, o mejor dicho, casi nada: —“Aquí todos somos kurdos”, no hay armenios" —dicen. Sin embargo, algo me decía que no era así. Ya sobre el Ararat tuve algunas sensaciones, que todo este viaje tenía algún sentido más allá de subir el enorme volcán. En mi cabeza, entonces, no dejaba de darme vueltas precisamente en relación con los armenios.
Van era a principios del siglo XX un centro de la cultura armenia. De hecho, fueron precisamente las persecuciones otomanas del siglo XIX, las que llevaron a los civiles armenios a atrincherarse en Van y aliarse después con las tropas rusas. Consecuencia de ello, los turcos pulverizaron la antigua Van —construida sobre una antigua y milenaria fortaleza de Urartu—. Los armenios que entonces quedaron vivos y no huyeron, fueron asesinados o deportados. Sin embargo, lo que buena parte de gente desconoce, es que sí quedan armenios en la zona: aunque, no es tanto difícil encontrarlos, como luego lo es hablar con ellos. Se trata de descendientes de familias armenias que se convirtieron al islam cuando vieron que peligraba su vida y la de sus familias, y que ocultaron a sus hijos su cultura; o bien, son descendientes de los huérfanos de la violencia, luego adoptados por familias kurdas. A veces, en una familia, aparece un documento en un trastero o desván y se revela una vieja historia familiar; así, cualquiera de un día para otro puede descubrir que su abuelo era armenio. Increible!! Y, lo mejor, es que de estas historias primeras, surgen luego, enterándome yo de otras: como que el Ararat sigue siendo esa Montaña sagrada para estos cripto-armenios y, que algunos aún la visitan, como cualquiera de nosotros visitamos nuestros templos y ermitas. Pero, siempre, a uno le asaltan las dudas pues, estas extraordinarias afirmaciones precisan igualmente de pruebas extraordinarias, que demuestran esta realidad desconocida: "que los armenios aún están, y la montaña sigue siendo sagrada".
Monte Ararat, próximo al glaciar entre los 4300 y 4700m
Darle un sentido propio a las cosas, las cosas que hacemos, más allá de las que le dan o hacen los demás, debe ser nuestro principal anhelo. Un viaje no es una certeza en la que se está en tanto a la razón de éste; sino, más bien una certeza a la que se llega siguiendo lo que nos dicta el corazón y no un programa de viaje, y esto es algo que todos comprobamos, al ver colapsar o aumentar nuestras expectativas durante el mismo. Es cierto, que todavía hay quien dice, y cree en aquella afirmación popular que refiere, en tanto que viajar, refiero “subir montañas/o volcanes es algo, estéril”. Y quizá lo sea, para aquellos con una mente igualmente estéril. En mi caso, intento ir más allá, renunciando incluso a lo por mi mismo proyectado si es necesario; y este viaje fue muy especial en ese sentido...
Monte Ararat, próximo al glaciar entre los 4300 y 4700m |
Darle un sentido propio a las cosas, las cosas que hacemos, más allá de las que le dan o hacen los demás, debe ser nuestro principal anhelo. Un viaje no es una certeza en la que se está en tanto a la razón de éste; sino, más bien una certeza a la que se llega siguiendo lo que nos dicta el corazón y no un programa de viaje, y esto es algo que todos comprobamos, al ver colapsar o aumentar nuestras expectativas durante el mismo. Es cierto, que todavía hay quien dice, y cree en aquella afirmación popular que refiere, en tanto que viajar, refiero “subir montañas/o volcanes es algo, estéril”. Y quizá lo sea, para aquellos con una mente igualmente estéril. En mi caso, intento ir más allá, renunciando incluso a lo por mi mismo proyectado si es necesario; y este viaje fue muy especial en ese sentido...
Así, durante la mañana del 7 de septiembre y mientras mis compañeros y el guía estaban a otras cosa: subiendo a la cumbre, me dirigí montaña arriba a un poco más de altura, donde algo había llamado mi atención la tarde anterior y, que en aquel momento no entendí relevante, pues me pareció una rama delgada, pasando casi inadvertido; pero, ¿una rama donde no crece nada? — me pregunté— a más de 4600 m de altura aprox... (aproximadamente, pues no llevo barómetro— lo digo partiendo de la inf que nos da el guia: camp a 4.300m, y el icono estaba más arriba de éste, antes de los glaciares, éstos a 4700 u 4800m)
Es curioso como son las cosas: yo había ido allí principalmente, más allá de conocer las ciudades y ruinas, a demas del volcán nemrut, a subir al el Ararat como adaptación (siguiendo a jesús, mi compañero de expedición) como preparación para una empresa mayor en los andes Chilenos, cuando de pronto me ví (al levantarme) no pensando en subir o contemplar o buscar rocas o bombas volcánicas, ni nada de lo que se suponía que debería estar haciendo o pensando en aquellos momentos... es cierto que estaba en el volcán, pero no tenía la mente como en otras ocasiones pensando en lo que "debía hacer", parecía estar a otra cosa... "Impulsado" si queremos llamarlo así, siguiendo una corazonada que no sabía dónde o hasta que, me llevaría.
Creo, que como le ocurriese a Colón, ya sabía lo que buscaba pero, no lo que iba a encontrar. Lo único que puedo decir, es que al llegar al lugar, mi sorpresa fue mayúscula, y una sonrisa enorme —de oreja a oreja— se dibujó en mi cara mientras, la alegría como un tsunami inundaba mi corazón quizá, encontrando allí el sentido y razón de aquel viaje. Y siendo, de nuevo la montaña ese vehículo, por el que llegaba a otras cosas: la felicidad y la paz conmigo mismo y el mundo.
Encontrar este pequeño altar no fue casual: de entrada no estaba escondido; y, segundo: tampoco es algo que hubiese quedado al descubierto, saliendo a la luz por casualidad: como pusieron allí. Además, nada en este volcán, y menos a esa altura que no sea una roca perdura. por lo que estoy estoy seguro que una o algunas personas lo mantienen allí y en buen estado. Lo afirmo en base a que las condiciones climáticas a diario allí son tremendas, y encontré el conjunto con la rama vertical y los iconos bien puestos y limpios aquella mañana, diría que quien lo montó también lo cuida —el viento y el polvo son terribles— e, igualmente, diría que ese alguien pasa a menudo por allí, me atrevería a decir que regularmente: posiblemente incluso sea un guía ¿Qué otra explicación sino? Pero,
He tardado meses en decidirme a comenzar a escribir algo, sobre lo que no considero conclusos, a día de hoy. En un principio, y poco después de volver a casa, no paso nada, pero había cosas que empezaban a no encajar (y a la vez se encajaban unas a otras) empezando con las imágenes mostradas, sobre todo una de ellas, la (Fig 1) —dando por hecho que representaba un “pantocrátor” y así lo expuse al consultar a mi primo José Manuel: capellán, y profesor de filosofía y Ética y Teología Moral Fundamental en el colegio diocesano San Antón - Badajoz) pretendiendo, con su ayuda, en la medida de lo posible desentrañar el simbolismo, o mensaje, que estos iconos pudiesen representar.
De hecho no fue hasta bastante después, cuando volviendo de nuevo a los iconos y precisamente, hablando con José, mientras ampliaba los archivos para enviarle copias para el análisis de los mismos, que reparé en algunos detalles que me habían pasado anteriormente por alto —observando algunos nuevos detalles, tanto en los ropajes, o el “Barco” y el "paño" en la mano izquierda de ambos iconos y, que después de comparar con otros “pantocrátor” buscados a este efecto, no me parecía tener por donde cogerlos; pues, la representación clásica de Dios “pantocrátor” Todopoderoso, y típica y del arte bizantino, aparece éste "mayestático" con la mano derecha levantada para impartir la bendición, y portando en la izquierda los Evangelios o las Sagradas Escrituras. Lo que no coincidía para nada con este Jesús (al lado izquierdo de una rama de madera, vertical) y al que por primera vez veía - no clavado en la cruz- sino aquel que paseando se encuentra con un amigo del cole que no veía desde hacia mucho tiempo, pero que reconoce enseguida, y con el que te tienes que parar (aún a costa de los otros sigan, sin ti, hacia arriba). y supongo, que de la misma manera que estuvimos allí hablando sin decir una palabra, se vino luego conmigo para abajo, sin decir una palabra, pero cambiando la vida. ( y por que digo esto, que se vino)
No hay comentarios:
Publicar un comentario