De
entrada y, Según Martin Danišík, de la Universidad de Curtin y coautor del
estudio, hasta ahora sabíamos que los supervolcanes a menudo entran en erupción
varias veces con intervalos de decenas de miles de años, pero, teníamos una
idea muy vaga de lo que realmente sucedía durante estos períodos de inactividad,
que parecen ser determinantes a la hora de evaluar lo sucedido. En sus propias
palabras:
Generalmente estamos acostumbrados a ver, en la televisión o los medios, a los vulcanólogos trabajando sobre el terreno, sobre los volcanes, sin embargo, los geólogos hoy en día tiene una parte importante a decir al respecto de los volcanes. La investigación geológica está permitiendo predecir con mayor precisión cuándo y dónde van a tener lugar las erupciones volcánicas, incluso el posible nivel de explosividad. Además, también ha permitido identificar erupciones volcánicas, algunas de ellas catastróficas a escala terrestre, que todavía no han sido observadas por el ser humano, pero que probablemente vuelvan a producirse.
Acercarse a observar lo que ocurre en un volcán en erupción es tremendamente peligroso. Sin embargo, es posible estudiar aparatos volcánicos extintos, parcialmente erosionados, en los que afloran sus depósitos y las estructuras internas.
La investigación geológica básica realizada en volcanes extintos, acometida por unos pocos investigadores durante las últimas décadas, está contribuyendo en el conocimiento del comportamiento de los volcanes activos. Ese es el reto al que se enfrenta la comunidad científica-geológica hoy. Parafraseando a Derek Bok, rector de la Universidad de Harvard entre 1971 y 1991, «quien piense que la inversión en investigación básica es cara y prescindible, que pruebe con la ignorancia».
Generalmente estamos acostumbrados a ver, en la televisión o los medios, a los vulcanólogos trabajando sobre el terreno, sobre los volcanes, sin embargo, los geólogos hoy en día tiene una parte importante a decir al respecto de los volcanes. La investigación geológica está permitiendo predecir con mayor precisión cuándo y dónde van a tener lugar las erupciones volcánicas, incluso el posible nivel de explosividad. Además, también ha permitido identificar erupciones volcánicas, algunas de ellas catastróficas a escala terrestre, que todavía no han sido observadas por el ser humano, pero que probablemente vuelvan a producirse.Acercarse a observar lo que ocurre en un volcán en erupción es tremendamente peligroso. Sin embargo, es posible estudiar aparatos volcánicos extintos, parcialmente erosionados, en los que afloran sus depósitos y las estructuras internas.La investigación geológica básica realizada en volcanes extintos, acometida por unos pocos investigadores durante las últimas décadas, está contribuyendo en el conocimiento del comportamiento de los volcanes activos. Ese es el reto al que se enfrenta la comunidad científica-geológica hoy. Parafraseando a Derek Bok, rector de la Universidad de Harvard entre 1971 y 1991, «quien piense que la inversión en investigación básica es cara y prescindible, que pruebe con la ignorancia».
En su búsqueda, el equipo de científicos se centro durante
su estudio en averiguar el paradero del magma que quedó tras la supererupción
de Toba hace 74.000 años. Para ello utilizaron minerales,
como feldespato y el circón, pues ambos contienen registros de tiempo
independiente, basado en la acumulación de gases de argón y helio como cápsulas
de tiempo en las rocas volcánicas.
"Usando estos datos
geocronológicos, inferencia estadística y modelado térmico -prosigue el investigador-, mostramos que el magma
continuó rezumando dentro de la caldera, o depresión profunda creada por la
erupción de magma, durante 5000 a 13.000 años después de la súper erupción, y
luego la cubierta de magma solidificado sobrante fue empujada hacia arriba como
el caparazón de una tortuga gigante".
Estos hallazgos desafían el conocimiento existente
Para Danišík, estos hallazgos desafían el conocimiento existente y el estudio de las erupciones, que normalmente implica buscar magma líquido debajo de un volcán para evaluar su peligro futuro. "Ahora debemos considerar que las erupciones pueden ocurrir incluso si no se encuentra magma líquido debajo de un volcán; el concepto de lo que es 'erupcionable' debe reevaluarse" -leemos, para luego seguir: “Si bien, una supererupción puede tener un impacto regional y mundial y la recuperación puede llevar décadas o incluso siglos -concluye el científico-, nuestros resultados muestran que el peligro no termina con la supererupción y la amenaza de más erupciones persiste durante muchos miles de años después. Aprender cuándo y cómo se acumula el magma en erupción, y en qué estado se encuentra antes y después de tales erupciones, es fundamental para comprender los supervolcanes".
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