EL ORIGEN DE LAS ISLAS CANARIAS: UN MODELO DE SÍNTESIS
Francisco Anguita y Francisco Hernán
Revisamos las ideas modernas sobre el origen del archipiélago canario como base para proponer una hipótesis sintética que se apoya especialmente en datos geofísicos y de geología regional. Este nuevo modelo toma elementos de los anteriores pero consigue resolver la mayor parte de sus inconvenientes. Las Islas Canarias se construyeron en lo que en la época de la apertura del Atlántico fue un punto triple. El magma proviene de un penacho térmico (plume2) de la misma época, pero la fusión fue provocada y canalizada mucho después por fallas de desgarre en régimen transtensivo que continúan las del Atlas; los bloques insulares se han elevado al actuar la compresión sobre esas mismas fracturas.
Las Islas Canarias, un área clave en el nacimiento de la Vulcanología moderna, presentan características únicas entre las provincias volcánicas
oceánicas. Seis de sus siete islas principales, que
forman una cadena de dirección ENE (Fig. 1), han
sido activas en el último millón de años. En las
secciones más completas se distinguen tres unidades: complejos basales (formados por sedimentos
marinos intruidos por plutones y por un denso enjambre de diques), series tabulares (en general
restos muy erosionados de volcanes en escudo), y
edificios post-escudo, como el pico Teide en Tenerife, el volcán Roque Nublo en Gran Canaria, o
el de La Corona en Lanzarote. Estas unidades, cuyos volúmenes son netamente decrecientes, están
separadas unas de otras por largos intervalos de
inactividad, que duran hasta siete millones de
años.
Un rasgo peculiar de las Canarias es que las islas occidentales son mucho más jóvenes. Así, mientras que las series tabulares de Fuerteventura fueron emitidas hace unos 20 millones de años (Ma), las de El Hierro sólo tienen 1,5 Ma; sin embargo (como puede apreciarse en la figura 1) esta pauta cronológica es muy irregular. Otra característica distintiva del archipiélago es su longevidad: su construcción (sobre corteza oceánica de edad jurásica, ~ 155 Ma) comenzó en el Cretácico Superior (entre 80 y 70 Ma), y ya hace unos 20 Ma que algunas islas emergieron sobre el nivel del mar. Las Canarias debían asemejarse entonces a la famosa isla de Surtsey, que en 1963 surgió del fondo marino al Sur de Islandia. Las rocas de Canarias son espectacularmente diversas. Si dijésemos que nos hallamos ante la típica provincia volcánica alcalina, con basaltos olivínicos y sus diferenciados, ricos (riolitas) o pobres (traquitas, fonolitas) en sílice, estaríamos cometiendo una gran injusticia. Ya que olvidaríamos el extremo (y extraño) contraste que se da, p.ej., entre las carbonatitas (rocas típicas del vulcanismo más alcalino) de Fuerteventura, y otras rocas como son algunos basaltos recientes de Lanzarote, que se parecen a los de los fondos oceánicos, y por tanto representan el polo geoquímico más empobrecido en álcalis. En suma, un auténtico museo petrológico, que toda hipótesis que aspire a desentrañar el origen de las islas debe explicar. Porque además, esta mezcolanza de tipos rocosos viene acompañada por la misma extraña heterogeneidad química: los datos de geoquímica isotópica han definido hasta cuatro fuentes diferentes para los magmas canarios. Parece que distintas zonas del manto inferior y superior contribuyeron a la formación de las islas, pero actualmente la única zona térmicamente anómala bajo Canarias es una “isla térmica” en el manto superior (Fig. 2) que además se extiende también bajo África y el Mediterráneo. El Teide es uno de los más conocidos, pero todas las islas del archipiélago cuentan con atractivas rutas entre volcanes a través de senderos boscosos y desérticos, en algunos casos, espectaculares paisajes de aspecto lunar.
SÍNTESIS VOLCÁNICA DE LAS ISLAS CANARIAS
Constituye un ejemplo de islas volcánicas formadas en el interior de una placa oceánica, con un magmatismo de carácter alcalino. Desde el Oligoceno (unos 35 m.a.) hasta la actualidad, una anomalía del Manto terrestre ha dado lugar a un punto caliente sobre la litosfera oceánica jurásica, que estaba situada en el margen continental africano. La actividad de este punto caliente ha ido desplazándose hacia el oeste, por lo que las islas orientales son más antiguas (Fuerteventura y Lanzarote, con una edad entorno a los 22 millones de años) que las occidentales (El Hierro tiene unos 1,2 m.a.).
En el caso de las Islas canarias, cada isla comienza a formarse a partir de un vulcanismo submarino basáltico alcalino, primero de carácter efusivo y, posteriormente, más explosivo a medida que el edificio volcánico insular se acerca a la superficie del mar. Estos materiales volcánicos submarinos constituyen los denominados Complejos Basales de las islas, que sólo afloran en Fuerteventura, La Gomera y La Palma. Cuando el edificio insular alcanza la superficie del mar, las erupciones son ya subaéreas, y se emiten grandes volúmenes de coladas. El apilamiento de estos materiales, y su erosión posterior, ha dado lugar a la formación de los edificios basálticos antiguos que afloran en la mayor parte de las islas. Con el paso del tiempo, los magmas basálticos que alimentan los edificios volcánicos iniciales cambian su composición química, emitiéndose materiales más diferenciados, como tefritas, traquibasaltos, traquitas y fonolitas. Cuando estas emisiones se concentran en un área generan edificios centrales sálicos, o estratovolcanes, como es el caso del Teide en Tenerife.
Las últimas etapas constructivas de las Islas Canarias se han caracterizado por erupciones basálticas estrombolianas, cuyos materiales cubren superficies significativas en todas las islas. Con frecuencia, los edificios volcánicos aparecen alineados siguiendo las principales líneas de debilidad estructural de Canarias, y sus materiales se adaptan al relieve preexistente.
Tanto en el transcurso de los ciclos eruptivos como, sobre todo, en los periodos de inactividad volcánica, los edificios insulares se van erosionando, formándose encajados barrancos y depósitos sedimentarios.
Finalmente, las islas pueden tener fases de reactivación volcánica y, en muchas de ellas, se han registrado episodios volcánicos recientes, o incluso históricos. La erupción española más reciente se localiza en la isla de La Palma, donde el Teneguía emergió en 1971, aunque el vulcanismo histórico es también significativo en Lanzarote y Tenerife.
SÍNTESIS VOLCÁNICA DE LAS ISLAS CANARIAS
Constituye un ejemplo de islas volcánicas formadas en el interior de una placa oceánica, con un magmatismo de carácter alcalino. Desde el Oligoceno (unos 35 m.a.) hasta la actualidad, una anomalía del Manto terrestre ha dado lugar a un punto caliente sobre la litosfera oceánica jurásica, que estaba situada en el margen continental africano. La actividad de este punto caliente ha ido desplazándose hacia el oeste, por lo que las islas orientales son más antiguas (Fuerteventura y Lanzarote, con una edad entorno a los 22 millones de años) que las occidentales (El Hierro tiene unos 1,2 m.a.).
En el caso de las Islas canarias, cada isla comienza a formarse a partir de un vulcanismo submarino basáltico alcalino, primero de carácter efusivo y, posteriormente, más explosivo a medida que el edificio volcánico insular se acerca a la superficie del mar. Estos materiales volcánicos submarinos constituyen los denominados Complejos Basales de las islas, que sólo afloran en Fuerteventura, La Gomera y La Palma. Cuando el edificio insular alcanza la superficie del mar, las erupciones son ya subaéreas, y se emiten grandes volúmenes de coladas. El apilamiento de estos materiales, y su erosión posterior, ha dado lugar a la formación de los edificios basálticos antiguos que afloran en la mayor parte de las islas. Con el paso del tiempo, los magmas basálticos que alimentan los edificios volcánicos iniciales cambian su composición química, emitiéndose materiales más diferenciados, como tefritas, traquibasaltos, traquitas y fonolitas. Cuando estas emisiones se concentran en un área generan edificios centrales sálicos, o estratovolcanes, como es el caso del Teide en Tenerife.
Las últimas etapas constructivas de las Islas Canarias se han caracterizado por erupciones basálticas estrombolianas, cuyos materiales cubren superficies significativas en todas las islas. Con frecuencia, los edificios volcánicos aparecen alineados siguiendo las principales líneas de debilidad estructural de Canarias, y sus materiales se adaptan al relieve preexistente.
Tanto en el transcurso de los ciclos eruptivos como, sobre todo, en los periodos de inactividad volcánica, los edificios insulares se van erosionando, formándose encajados barrancos y depósitos sedimentarios.
Finalmente, las islas pueden tener fases de reactivación volcánica y, en muchas de ellas, se han registrado episodios volcánicos recientes, o incluso históricos. La erupción española más reciente se localiza en la isla de La Palma, donde el Teneguía emergió en 1971, aunque el vulcanismo histórico es también significativo en Lanzarote y Tenerife.
Desde el punto de vista del relieve, las Canarias
se caracterizan por no estar rodeadas por una gran
meseta submarina (a diferencia de otras islas volcánicas, como Bermudas o Cabo Verde, donde este
rasgo se interpreta como la deformación producida
en el fondo oceánico por una corriente ascendente
de material del manto). El archipiélago de Cabo
Verde, p.ej., está construido sobre una gran cúpula
de unos 2 km de elevación, que no existe en torno a
Canarias. En el fondo oceánico alrededor de las islas sí existen, en cambio, importantes estructuras
tectónicas, como pliegues, fracturas (algunas sísmicamente activas) y discordancias. No se ha detectado, en cambio, ninguna fractura en el gran conjunto
sedimentario (> 12 km de espesor) existente entre
las Canarias y la costa africana.
La existencia de sedimentos marinos y lavas almohadilladas a distintas alturas en las islas es una
prueba contundente de que, tras su construcción, éstas se levantaron como bloques independientes: 2
km en el caso de La Palma pero hasta 4 km en el de
Fuerteventura. En general, la tectónica es importante en el archipiélago, especialmente en los complejos basales. Sirvan como ejemplo cuatro estructuras, las tres primeras observables en el complejo
basal de Fuerteventura: (1) la violenta discordancia
entre sedimentos cretácicos (que están invertidos) y
terciarios; (2) la distensión requerida por la inyección del enjambre de diques paralelos (inyección
que necesita mucho espacio, ya que éstos llegan a
ocupar el 90% del volumen total de roca); (3) las cizallas dúctiles, un tipo de fractura de desgarre característico de los orógenos, y que en este caso implican un desplazamiento lateral de más de 1 km; y
(4) las fallas (más de 200, la mayoría de desgarre)
localizadas en Lanzarote, que parecen condicionar
la mayoría de las erupciones.
LAS HIPÓTESIS SOBRE LA GÉNESIS DE
LAS ISLAS CANARIAS
Las principales ideas sobre el origen del archipiélago canario surgieron a raíz de la revolución
movilista en Ciencias de la Tierra. Simplificando ligeramente, se pueden distinguir dos grupos de ideas, las térmicas y las tectónicas. Las térmicas son
variantes de la hipótesis del punto caliente, que explicó con éxito el vulcanismo de Hawaii y otros archipiélagos volcánicos oceánicos. Las hipótesis tectónicas propuestas para Canarias han sido la de la
fractura propagante y la de los bloques elevados.
La hipótesis del punto caliente en Canarias
El éxito hawaiano de la idea de John Tuzo Wilson hacía inevitable que este modelo se exportase a
Canarias, un archipiélago de la misma longitud
(500 km) y forma general, y en el que la actividad
parece propagarse hacia un extremo. Los parecidos,
sin embargo, acaban aquí: la actividad reciente en
Canarias no se limita a un extremo de la cadena sino que es generalizada (y ésta es la causa de que los
defensores de la idea del punto caliente sitúen a éste
alternativamente bajo La Palma, Lanzarote o El
Hierro), y el desplazamiento de la actividad hacia el
Oeste, como hemos visto, se produce de forma muy
irregular. Además, las larguísimas interrupciones de
la actividad no caben en un modelo que propone
una alimentación continua desde el manto inferior
(los periodos sin vulcanismo en Hawaii duran menos de un millón de años); por el contrario, si las
Canarias están conectadas a un penacho térmico
(plume) que atraviesa un manto en movimiento,
¿cómo puede la actividad persistir hasta 70 Ma en
la misma isla? ¿No debería Fuerteventura haber soltado ya anclas, apagándose, como hacen sucesivamente las islas hawaianas? Por último, el porcentaje
de fusión que denotan los magmas canarios es mucho más bajo que el de Hawaii: si (olvidando todos
los serios obstáculos anteriores) tuviésemos que
aceptar que las Canarias son el resultado de un punto caliente, tendríamos que clasificar a éste como de
tercera categoría. Esta diferencia en la fusión es,
por otra parte, la razón por la cual hay en Canarias
rocas muy distintas (mucho más alcalinas) que las
de Hawaii, un archipiélago esencialmente toleítico.
Estos inconvenientes han llevado a la aparición
de dos variantes del punto caliente canario: el modelo de pompas, y el modelo laminar. El primero
(Fig. 3) fue propuesto en 1993 por el americano Kaj
Hoernle y el alemán Ulrich Schmincke para explicar las interrupciones en la actividad: el penacho
térmico era un conducto inclinado compuesto de
material estéril (o sea, incapaz de producir magmas)
que arrastraría pompas fértiles: una isla sería activa
cuando tuviese bajo ella una pompa fértil. Además,
un penacho térmico tan ancho permitiría explicar la
actividad simultánea en todo el archipiélago. Esta
solución, sin embargo, creaba otros problemas:
mientras que la inclinación del conducto bajo Hawaii se explicaba por el rápido movimiento de la
placa pacífica, no es evidente que la placa africana
se haya movido de forma significativa durante el
periodo de construcción de las Canarias. Además,
con la geometría propuesta, el magma debería llegar primero a las islas occidentales, que deberían
por ello ser las más antiguas, o sea lo contrario de
lo que sucede. Y, por último, esta variante seguía
sin explicar la inexistencia de una elevación en el
fondo oceánico, ni tampoco la tectónica en las islas
y su entorno.
Hasta el momento, la última variante del punto
caliente canario ha sido la de la lámina térmica. Un
equipo dirigido por Kaj Hoernle publicó en 1995 un
estudio de tomografía sísmica en el que detectó una
zona caliente con forma de lámina en el manto superior (ver de nuevo la figura 2), zona que identificó con el penacho térmico que alimentaría el vulcanismo canario. Pero esta afirmación no parece
apoyada en los datos, ya que los autores reconocían
que la anomalía no proviene del manto inferior (el
lugar de procedencia de los penachos, según las teorías más recientes, ver Ens. Cien. Tierra, 3, 137-
148, 1996). Además, la anomalía térmica no es exclusiva de las Canarias, sino que abarca a una
amplísima región del Atlántico, África y Europa; y,
como puede verse en la sección b-b’, parece incluso más importante bajo la zona del Atlas, en Marruecos, que bajo Canarias, situada sobre una zona no
especialmente caliente.
En conclusión, las distintas variantes del modelo de punto caliente dejan sin resolver la mayor parte de los datos petrológicos, cronológicos y geoquímicos de la geología de Canarias, y no explican en
absoluto los datos tectónicos, lo que nos lleva al segundo grupo de hipótesis.
Las hipótesis tectónicas sobre el origen de Canarias
La idea más citada de este grupo es que el carácter lineal del archipiélago se debe a la existencia
de una gran fractura que prolonga la Falla del Sur
del Atlas, una estructura compleja y discutida que
termina en Agadir (ciudad en la que provocó una
catástrofe sísmica en 1960). La apertura de la falla
descomprimiría la astenosfera provocando su fusión parcial, y por ello vulcanismo; este proceso
comenzaría en el Atlas y se propagaría hacia el
Atlántico, lo que explicaría la migración del vulcanismo. Después, una etapa de compresión en el
Atlas cerraría la subida de magma, explicando los
periodos inactivos. Los rasgos tectónicos del archipiélago quedarían justificados, ya que esta zona del
Atlántico sería en realidad la prolongación de un
área orogénica.
En la hipótesis de los bloques levantados, cada
isla es un horst delimitado por fallas inversas causadas por la compresión de la dorsal atlántica. Su
principal acierto es explicar la elevación diferencial
de cada isla
Las hipótesis tectónicas se encontraron con diversos problemas que no pudieron resolver. La inexistencia de fallas entre las Canarias y África fue el
principal obstáculo de la fractura propagante; otro
igualmente serio, que sólo se puso de relieve recientemente, es la inexistencia generalizada de astenosfera (p.ej., en la figura 3 todo el manto superior
es frío en algunas zonas, p.ej. bajo b’): si no existiese una zona caliente en el manto superior, la simple
rotura de la litosfera no daría lugar a magmatismo
alguno. Por último, esta hipótesis no explicaba la
elevación de las islas. Éste era precisamente el punto fuerte de la hipótesis de los bloques elevados,
que sin embargo no explicaba cómo se formaron los
magmas canarios, ni tampoco los periodos de inactividad.
Así se llegó a un largo periodo de insatisfactorio
equilibrio, durante el que ninguna hipótesis propuestas consiguió resolver sus problemas; la del
punto caliente, defendida con más insistencia, pareció a pesar de sus limitaciones ser la idea definitiva
sobre el origen de las Islas Canarias.
UNA HIPÓTESIS SINTÉTICA PARA LAS CANARIAS
Dos innovaciones han venido a alterar este panorama, la más importante de las cuales ha sido la
reinterpretación de los trabajos de tomografía sísmica aplicándoles la fértil idea de las “superplumas”
del norteamericano Roger Larson. Al obtener sus
radiografías del manto, los geofísicos han encontrado extensas zonas térmicamente anómalas en el
manto superior. Alguna de ellas, que se extiende
por América, Europa y África, parece ser la raíz
aún caliente de uno de los grandes penachos térmicos que contribuyeron a la apertura del Atlántico
Fig. 4 |
Supongamos que la anomalía térmica de finida en la figura 2 es el residuo de un antiguo penacho, e intentemos construir a partir de aquí una nueva hipótesis para Canarias. En primer lugar, ¿cómo podríamos localizar la posición de aquel antiguo penacho térmico? Muy simple: buscando un antiguo punto triple, formado (como en los libros) por la dorsal más un rift abortado, un aulacógeno. En los años 80, los estudiosos de la génesis del Atlas habían localizado ya este punto triple (Fig. 4), precisamente el lugar donde iban a crecer, mucho tiempo después, las Islas Canarias. (Figura 4. La causa última de la situación y el origen de las Canarias podría ser la instalación de un punto triple jurásico en esta zona del Atlántico, cuando éste atravesaba la fase “tipo Mar Rojo”. El aulacógeno africano se transformaría después en la cadena del Atlas, por un proceso de pleagamiento muy semejante al de la Cadena Ibérica. Según Lee y Burgess (1987).
Sobre esta base, casi todo encaja: los magmas
canarios llevarían huellas del manto inferior (como
los puntos calientes auténticos) y también del manto superior, donde este material ha residido durante
los últimos 200 Ma. Canarias no estaría situada sobre ninguna cúpula batimétrica porque en esta zona
no hay ninguna corriente de material proveniente
del manto profundo. El magmatismo se expresaría
siempre que existiese un sistema importante de
fracturas, como el que vemos en las islas o el existente en África del Norte (ver más adelante), pero
ya no haría falta ninguna teórica astenosfera para
nutrir los volcanes canarios. La longevidad de las islas estaría justificada, ya que su suministro de
magma no dependería de un conducto pasajero, sino de una amplia zona estática. La diversidad petrológica, típica de las provincias volcánicas alcalinas
(o sea, de bajo porcentaje de fusión del manto) sería
una consecuencia del bajo contraste térmico de esta
anomalía residual. Hasta la arquitectura básica de
las islas (grandes complejos basales en su núcleo,
importantes edificios en escudo, y conos terminales
menores) se explicaría fácilmente en el nuevo esquema, como resultado del progresivo agotamiento
de una fuente de magma no renovada.
Fig 5 |
Figura 7. Los volcanes (estrellas) del Atlas y Antiatlas. A es el pitón fonolítico de Jbel Siroua; B son las carbonatitas de Tattiouine; y C es un cono basáltico en Jbel Hebai. |
La mejor hipótesis es aplicar la misma fórmula
que explica la elevación de algunos relieves en el
Atlas. Son las llamadas “estructuras en flor”, elevaciones tectónicas producidas en las zonas
de cizallamiento intenso, y en momentos transpresivos. La existencia de cizallas importantes en las islas, y la semejanza de escala horizontal y vertical
entre estas estructuras y los bloques insulares hace
que esta solución sea la más verosímil para explicar
el levantamiento de las islas.
Este modelo permite una comprobación sencilla: si (como parece indicar la figura 2) el manto anómalo bajo Canarias se extiende también baj o el Atlas , habrá también una comunidad
magmática. Esta predicción se cumple incluso en
los detalles: zonas del Atlas y el Anti-atlas han sido testigos desde hace casi 50 Ma de un vulcanismo (Fig. 7) gemelo del canario. Gemelo en cuanto a tipos rocosos (basaltos alcalinos, traquitas,
fonolitas, incluso carbonatitas), en cuanto al tiempo (no hay vulcanismo histórico pero sí existen decenas de conos cuaternarios; y el vulcanismo se interrumpe durante millones de años), y
también en cuanto al control tectónico: como
puede verse en la figura 7, la mayoría de los centros volcánicos están próximos a un gran sistema
de fracturas que incluye la falla del Sur del Atlas
y también su prolongación hacia el Norte, el sistema de fallas Trans-Alborán, que cruza el Mediterráneo hasta Alicante.
Figura 8. Esquema ilustrativo del modelo sintético del origen de Canarias. El recuadro ilustra la hipotética elevación de una isla como una estructura en flor. |
Este modelo (Fig. 8) puede llamarse de síntesis, ya que engloba elementos de las tres hipótesis previas: del punto caliente toma la idea de un
manto anómalo bajo Canarias; de la fractura propagante, la importancia del control tectónico en
la producción y canalización (o interrupción) de
los magmas; y de los bloques elevados, la explicación tectónica de la actual posición de las islas.
Las únicas características importantes de la geología canaria que quedan sin una explicación clara son (1) los basaltos toleíticos de Lanzarote,
probablemente una expresión de la heterogeneidad química de un residuo que ha residido tan
largamente en el manto, y (2) la propagación del
vulcanismo hacia el Oeste; aunque es interesante
subrayar que también el vulcanismo del Atlas se
propaga hacia el Norte, hacia los volcanes cuaternarios del Sureste español. En cambio sí existe
una explicación coherente para un punto crítico:
la inexistencia de una red de fracturas entre Canarias y África. En los estudios sísmicos regionales destaca la existencia de una laguna sísmica
casi absoluta en esa zona, mientras que los seísmos se reanudan en el área de Canarias y hacia el Atlántico (Fig. 9). Los sismólogos marroquíes
creen que en esta inexplicable zona de calma sísmica la deformación se produce por flujo dúctil,
asísmico. ¿Por qué? Quizá porque la enorme acumulación de sedimentos (un regalo del antiguo
aulacógeno) absorbe preferentemente la deformación de esta manera. Porque deformación existe,
como puede comprobarse en la figura 5. Una
confirmación (reconocemos que circunstancial)
de esta idea es que el mismo fenómeno sucede en
la desembocadura del Tajo, otro lugar de fuerte
sedimentación. Es interesante pensar que, de no
ser por esta característica, la fracturación (y, por
lo tanto, también el vulcanismo) podría ser continua entre África y Canarias...con lo que habría
habido un más fácil corredor hacia Canarias para
la fauna africana: la biogeografía (incluyendo la
geografía humana) del archipiélago seguramente
sería hoy muy distinta.
ALGUNAS REFLEXIONES
Los aficionados a elucubrar sobre filosofía de
la Ciencia pueden encontrar materia de reflexión
en la historia de las hipótesis genéticas sobre Canarias: las pompas y la lámina térmica son ejemplos perfectos de las hipótesis auxiliares defensivas que, según Lakatos, emite una teoría dominante cuando se ve en peligro. Asimismo, la pretensión de Kaj Hoernle de haber demostrado el punto
caliente canario cuando sus datos fueron decisivos
para arruinarlo son un caso paradigmático de ideas
preconcebidas aplicadas torcidamente a la interpretación de un excelente conjunto de datos.
Por último, una pequeña crítica para los enseñantes de la Ciencia (entre los que podrían hallarse
ocasionalmente los autores) que tienden a ignorar
la tecnología. Las revoluciones científicas suelen
cabalgar instrumentos nuevos. En los años sesenta
fueron los magnetómetros; ahora, la hibridación de
sismógrafos y ordenadores que ha permitido la tomografía sísmica. Esto significa al menos dos cosas interesantes: una, que la revolución movilista
ha logrado resoluciones suficientes para abordar
problemas a escala regional, lo que augura una
época apasionante de vuelcos de modelos aparentemente sólidos. Y otra, que el que tiene el aparato
adecuado no es necesariamente el que sabe qué hacer con los datos que el aparato proporciona. Lo
cual augura una época apasionante para los estudiosos de los países en vías de desarrollo científico, como es el nuestro.
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