18 de mayo de 1980 - David A. Johnston / LO QUE St HELENS SE LLEVÓ, Y NOS MOSTRÓ | Jordi Maqueda

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David Johnston usa un espectrómetro para medir el contenido de dióxido de azufre de los gases expulsados ​​del Monte St. Helens el 4 de abril de 1980 Crédito USGS

Dicen que en primavera, en el estado de Washington -en la costa del pacifico-, los amaneceres llegan temprano y las nubes son lo suficientemente gruesas como para filtrar la luz a satisfacción de todos. Sin embargo, en la mañana del 18 de mayo de 1980, a las 5:30 am, amaneció un cielo extraordinariamente despejado (como aquella calma que precede la tormenta). La mañana parecía llamar a todos a levantarse y aprovechar aquel magnífico día soleado de primavera . En el monte, la luz del sol brillaba sobre los flancos espolvoreados de ceniza y proyectaba sombras sobre las grietas. La montaña, tan recientemente sacudida por terremotos y explosiones de vapor, parecía haber recuperado algo de serenidad.

Pero, algo había despertado al Dr. David Johnston temprano esa mañana. Podrían haber sido pájaros, que tienden a canturrear  cuando el sol brilla. Podría haber sido el vuelo de la Guardia Nacional del Ejército de Oregón, para comprobar las anomalías térmicas antes de que el calor solar pudiera competir con las fuentes volcánicas; o, también pudo haber algo más esa mañana que impulsó a David a salir de su caravana y volver a sus instrumentos, mientras el sol subía por las crestas. Éste comprobó las mediciones sobre el volcán al menos tres veces en la siguiente hora y media, utilizando un equipo geodésico con el que evaluar su crecimiento. Parecía haber disminuido de nuevo: desde el día anterior, la velocidad era de solo medio metro (2 pies) por día; Comunicó por radio la última medición a las 6:53 am, hora de verano del Pacífico

Hace poco más de 41 años, el 18 de mayo de 1980 en el estado de Washington estalló el Monte Saint Helens cobrándose la vida de 57 personas. Uno de ellos fue el Dr. David A. Johnston. Aunque ha pasado tiempo años, yo apenas tendría 11 años, recuerdo haber visto la noticia en los telediarios así como las imágenes grabadas de la terrible nube de piroclastos arrasando todo a su paso, tan solo comparable con otra explosión 11 años después en el Monte Unzen en Japón y que se llevaría la vida también de otros tantos vulcanólogos y por supuesto, la del volcán Pinatubo, en el norte de Filipinas, cuya erupción en 1991, una de las más violentas registradas en el siglo XX, causando 932 muertos.

El Dr. David A. Johnston fue el primer vulcanólogo en el flanco de la montaña cuando ésta se despertó furiosa después de más de 100 años de tranquilidad. Con un doctorado, Johnston estaba estudiando las emisiones de gases volcánicos con el Servicio Geológico de los EE UU para comprender qué papel juegan esas emisiones antes y durante una erupción. Johnston estaba en el puesto de observación de Coldwater II, justo por detrás de la zona roja cuando el volcán entró en erupción el 18 de mayo de 1980. La noche anterior, había tomado el puesto de su asistente de campo, Harry Glicken (quien merece también un espacio en este blog). Johnston, que había llegado el día anterior a la zona de observación, había enviado a Glicken (su asistente de campo) y a otros dos compañeros a un lugar seguro esa noche, por lo que fue Johnston quien anunció la erupción del Monte St. Helens al mundo con aquellas palabras: “¡Vancouver! Vancouver! ¡Eso es todo! ”- momentos antes de su muerte, al ser arrastrado por la explosión lateral creada por el colapso de la cara norte de la montaña. Su cuerpo nunca fue recuperado

En total, la erupción del monte St. Helens liberó una cantidad de energía equivalente a 27.000 armas nucleares del tamaño de Hiroshima y expulsó más de 1 milla cúbica (4 km³) de material. Sin previo aviso, a las 8:32 am, uno de los deslizamientos de tierra más grandes en la historia registrada viajó de 110 a 155 millas por hora y se movió 13 millas por el río North Fork Toutle, llenando su valle hasta 600 pies de profundidad con escombros de avalancha. Se cubrió un área de aproximadamente 24 millas cuadradas.

Irónicamente, Johnston fue el único geólogo que predijo correctamente la naturaleza de la erupción. La predicción oficial del USGS era que el volcán experimentaría una erupción de columna vertical convencional, mientras que Johnston había propuesto que la explosión sería lateral y se originaría en el bulto que había observado que se desarrollaba en la ladera de la montaña. Pero, finalmente, cometió un error, cuando consideró que su puesto de observación a unas 6 millas del volcán era relativamente seguro.

David A. Johnston, 13 horas y media antes de que lo matara  la erupción del monte St. Helens en 1980.

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