RELATO DE LA ERUPCION DEL VOLCÁN DE IZALCO , Sonsonate (El Salvador) - verano 1942

foto de Erupcion Izalco: años 40·s

Fue en el verano de 1942 que yo me encontraba en Las Lomas de San Marcelino – Cerro Verde- cuando un joven de la familia Navas, me vino a avisar que unos excursionistas iban a visitar el cráter del volcán de Izalco. Por supuesto que era mi oportunidad para ver el volcán. Solo tenía unas pocas exposiciones en mi cámara fotográfica. Comenzamos la travesía a las 9 am un joven de la familia Paredes. Nos fuimos por una vereda para alcanzar a los excursionistas que iban delante de nosotros. Éramos 8 y casi quedo sin aire por la prisa por alcanzarlos. Izalco había estado inactivo por casi 2 años. Habíamos visto una columna de huma subiendo del cráter un día antes. La columna era más grande este día y una joven dijo haber visto fuego desde su casa en el cráter. No le creyeron los compañeros; pero podría ser.

Comenzamos a bajar al lado del cráter antiguo, bajando a un punto donde el cráter antiguo y el nuevo volcán forman una V. De aquí comenzamos a escalar el volcán nuevo. Esta es lo más dificultoso. Las rocas rodaban en la pendiente hasta descansar en el fondo.

El cráter y el volcán tenían el mismo declive, solo que el volcán orientado al sur y el cráter al este. Donde las laderas se juntan se encontraban grandes rocas como una casa y medianas y pequeñas. Yo usaba zapatos de vestir, mis pies se resintieron. Cada uno de nosotros llevaba un bordón para apoyarse y subir las rocas enormes. Nos manteníamos juntos al subir y bajar las peñas. Caminamos varios metros antes de comenzar a escalar. Unos metros más y las rocas cambiaron de color y tamaño. A medida que subíamos las rocas disminuían de tamaño, hasta llegar a ser como pelotas de beisbol y futbol. Finalmente pasamos el nivel de las rocas gigantes, medianas. En pocos metros comenzamos a escalar. Los zapatos se deslizaban en la arena volcánica y parecía que no avanzábamos. Ascendimos como pudimos hasta llegar al final del cono. Escalábamos como subir una escalera los últimos metros del cono. Desee ver en vivo este volcán. Era excitante a al observar. El tope no era plano, sino ligeramente redondeado. Vi hacia adelante y allí estaba una muralla de humo que iba directo a las nubes. La columna de humo que había visto antes ahora era grande blanca. Adelante nosotros y bajo nuestros pies puede ver una grieta de 10 metros de ancho desde donde se sentía el intenso calor. Subía en forma de arco y se posaba al final del cono del volcán. A la derecha el geiser se abría y cerraba. La gran profundidad del cráter se llenaba de humo sulfuroso todo. Pude ver que la columna de humo que había visto antes había desaparecido y había dejado al descubierto una enorme griega- chimenea-.

Del fondo del cráter salía humo y chillido a medida que salía el humo sulfuroso. Me asomé al filo de este coloso y no pude ver el fondo. La chimenea era de 10 a150 metros de ancho. Quedé impresionado por su inmensidad. Yo saque mi Biblia de bolsillo y comencé a leer el salmo 23. Los jóvenes comenzaron a leer también conmigo. Estábamos sorprendidos por inmensidad y maravillas de la naturaleza Y cantamos el himno CUAN GRANDE ES. Estábamos atónicos al ver la creación de Dios. Hubiera querido quedarme más tiempo a ver esta belleza y fuerza de la naturaleza, pero los compañeros del tour nos llamaron para que retornáramos. Nuestro guía dijo haber estado en este mismo lugar varias veces y que ahora las rocas estaban muy calientes como nunca las había sentido. Estaban calientísimas. Intenté tomar una entre mis manos pero tuve miedo de quemar mis dedos. Vi la ciudad de Sonsonate hasta donde había ido a parar rocas cuando hay erupción. Nos movimos al lado opuesto de donde habíamos orado. Las piedras eran amarillentas en varios tonos. La humazo había disminuido y la panorámica era bella en todas direcciones. La primera chimenea estaba treinta metros más abajo que la segunda, como una copa hirviendo. Deberíamos retornar insistieron gritándonos de lejos para poder oírles. El lugar era acogedor e histórico- Que asco y que tristeza comenzar a bajar”: Alfredo Espino-. Comenzamos a bajar después de observar las chimeneas y nos ayudamos unos a otros para bajar seguros la pendiente rocosa y arenosa. Por momentos sentíamos que volábamos bajando el Izalco. Era fácil deslizar en la arenilla con la gravedad a nuestro favor. Los bordones nos ayudaban a frenar cuando era necesario. No tuvimos percance alguno al bajar. Que memorable momento es ver y estudiar este fenómeno natural.

Dos días más tarde el volcán hizo erupción, volando en mil pedazos el penacho, vomitando toneladas de ceniza, magma, piedras; que resbalaban en la pendiente del cono volcánico. Magma fresca saliendo del horno bajo tierra. Esta sería mi última oración hecha en grupo en el penacho de un volcán.

FOTOGRAFIANDO LA ERUPCIÓN DEL VOLCÁN DE IZALCO

Había habido violenta actividad volcánica en el Volcán de Izalco. Se podía observar a kilómetros de distancia a la redonda: En Santa Ana, Ahuachapán, Sonsonate. No nos ha dejado dormir, comentaban los pobladores del pueblo de Izalco; por sus constantes rugidos durante la noche.

Con Sterling David Stewart decidimos subir al cerro Verde para fotografiar al coloso vomitando en la noche. El gobierno había abierto una carretera al Cerro Verde: polvosa, pedregosa que subía desde la base de la masa macizo montañoso, rodeando el filo del borde del lago de Coatepeque. Subimos hasta la cima del Cerro Verde – que es un volcán cuyo cráter está cubierto de vegetación y es un parque de montaña incluyendo un hotel de montaña para poder observar el Izalco en acción-.

La boca del cráter estaba totalmente abierta y vomitaba toneladas de magma hirviendo. Las rocas rojas eran como brazas en la noche que se deslizaban en la ladera alrededor del cono casi perfecto del Izalco. Pudimos oír los rugidos del gigante que a medida que nos acercábamos eran mas fuertes. Lanzaba rocas, rojas, blancas calientes e hirviendo al cielo iluminando y luego deslizándose y rodando sobre su propio cono exteriormente. Era algo fenomenal ver este espectáculo natural. La lava era rugiente y luminosa.

El vista nocturna era maravillosa. Me encontraba absortó tratando de comprender este fenómeno al ver y escuchar el coloso de Izalco. Delante de nosotros estaba este monstruo vomitando millones de piedra fundida. Toda la falda cónica se iluminaba al rodar sobre ella el magma luminoso que venía de las entrañas de la Tierra. La lava era brillante y luminosa. Este rio de lava que se deslizaba cambiando de lado a lado caprichosamente y casi llegaba al pueblo de Izalco. Estábamos a 1000 metros de distancia y podíamos sentir el calor silencioso, mientras el coloso gritaba y expulsaba su vómito volcánico. De pronto una explosión gigante desde lo profundo del cráter, luego el rio de lava y luego se rento descenso sobre sus propias faldas. Parecía descansar por 20 o 30 minutos mientras cargaba su estómago y luego a lanzar otra vez lu magma. Esto toda la noche. Las fotografías dicen mucho, pero nunca como verlo en vivo. Es como ver un bebe nacer. Los volcanes son creación de Dios como nuestra eterna salvación.


Del Blog de:
OSCAR ENRIQUE BARILLAS ARGUETA BURGOS ZÚNIGA

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