Vivir es elegir ―esta apreciación, seguro que no se le escapa a nadie―. Vivir es tener que tomar decisiones y tomarlas a diario. Luego en cada elección, en cada acto, nos vamos haciendo y definiendo a nosotros mismos, transformándonos y siendo hacia aquello a donde nos dirigimos, a la vez que nos comprometemos con un destino todavía incierto. Solo al elegir a lo largo de nuestro camino, vivimos "genuinamente" nuestras nuestras vidas. Pero vivir, también es renunciar y arriesgarse. Cuando elegimos y tomamos una decisión emprendemos un camino nuevo, pero igualmente estamos renunciando a algo. Es por ello, que al elegir esto o aquello (al movernos) afirmamos, al mismo tiempo el valor del camino. Todo así, la cuestión parece sencilla ("moverse") y quien no lo entienda, sencillamente es que no aprendió nada todavía (la vida proveerá). Por tanto pensemos antes de detenernos por demasiado tiempo en este o aquel lugar donde se dicen de cosas, no vayamos a perdernos de nuestro sentido y perderlo todo por cambiar de dirección pensando ir más allá de donde mi condición de mortal y fuerzas (solo) me puedan llevar. Y todo, porque un día, el peor día de sus vidas, sin duda, eligieron de la voluntad de otro: ellos morir, dejando que se derrumbaran, desvaneciéndose paulatinamente todos sus sueños y expectativas: se dejaron de moverse por si mismo de eso de ellos o se movían tras de otros. Llegados a este punto y luego el momento, la angustia castiga con toda su furia el alma: al saber y reconocernos, los únicos responsables de nuestros actos y consecuencias de aquellos (de todo lo que no hicimos, y de lo que ya no podremos ya hacer). Por tanto, quien tenga valor y aún este a tiempo, que elija: siempre ha sido solo cuestión de elegir.
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