Tengo un limonero en casa, que a más de limones da buena sombra: de hecho, esta segunda posibilidad se dio a partir de una necesidad para ambos. Se me rompió el toldo hace unos años y decidí extender las ramas del limonero, como en un bonsái con alambres guia (a la vez que le libraba de unos alambres en las ramas que las estrangulaban a forma de tendedero para la ropa) dirigiéndolas luego horizontalmente al suelo, para que proyectase una sombra mayor y más extendida. En un año ya no necesite toldo. El limonero daba sus limones y también una hermosa sombra en el patio, protegiendo con ella a otras plantas en el patio, de la fuerza del sol, y que por intentar elevarse demasiado: se habían quemado algunas de sus hojas. Supongo que de algún modo hicimos buen equipo ( el limonero y yo) y le di las gracias (por los limones y la sombra) y él me las dio a mí, por fijarme en él y reconocerlo, como algo más que un tendedero de ropa: un aliado contra la fuerza del sol en Extremadura. Pero después advertí algo, un brote nuevo bajo del tronco; de aquellos que siempre cortaba, tan bajo como casi donde empieza el tronco y que por alguna razón no corte. Creció y este año se dividió, en forma de (Y) vertical hacia arriba mostrando una forma (que una persona como yo ―ingenua e ignorante del lenguaje de las plantas― pudiese entender y reconocer) del limonero hacia mí. Precisamente, aquel brote inició justo cuando empiezo a ver todo (la vida) de forma distinta (la historia es larga). Pero ya no podía dejar de observar ese brote (que es una forma, que aprende de la mayor); pero que aun aun no puede dar su propia sombra) y desarrolla a partir de un punto de la corteza (borde) del limonero mostrándose (a mí). Entonces pienso en el ciervo que me encontré en aquella curva del pirineo (1993) a la vez que escuchaba el gruñido tremendo de un oso lejano, justo cuando mi vida se iba a desmoronar (hundiéndose /hacia los avernos y viviendo una vida oscura y difícil (mientras con el tiempo aquella oscuridad empezaba a tomar luz, a la vez que la transitaba y me reconstruía en ella, y donde se hizo más presente aquel otro Jordi, que coge la escopeta apunta y dispara sin pestañear, siguiendo luego su camino.
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| Volcán Cerro Negro (Nicaragua) 8 septiembre 2019 |
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