LA FRONTERA, UN LUGAR PARA PENSAR / jorge maqueda

Feria (Badajoz - Extremadura - 2018 ) Foto : j maqueda 

Resumir la idea de frontera, es resumir la idea de Frederick Jackson Turner. Mucho se ha escrito sobre la frontera. Pero debemos preguntarnos qué nos atrae a esta: al límite, y por qué tantos hablan de él, incluso sin conocerlo. Un límite que rechaza la curiosidad superficial, desentendiéndose de quienes pretenden un saber por saber, y solo responde a la necesidad: una necesidad vital y entendida hacia un propósito no determinado, posibilitando que puede ser alcanzado.

Resumir la idea de frontera, es resumir la idea de Frederick Jackson Turner. Mucho se ha escrito sobre la frontera desde el punto de vista de la guerra en ella desarrollada o de la caza —nos dice—, pero se ha pasado por alto la importancia que presenta como campo de estudio serio, aplicado a otros campos del conocimiento. En este sentido, y como un campo de conocimiento, lo más curioso de cuanto nos dice Frederick J. Turner, es que dentro del desarrollo americano “la frontera” no ha representado meramente un adelanto a lo largo de una línea única, sino un retorno a condiciones primitivas en una línea fronteriza continuamente en movimiento. En ese avance, la frontera es el borde exterior de la ola, el punto de contacto entre la barbarie y la civilización. Pero la frontera americana se distingue claramente de la europea, que es una línea fronteriza fortificada que corre a través de territorios densamente poblados; mientras el elemento más importante de la frontera americana es el hecho de que va por el límite de las tierras abiertas a la expansión sobre un horizonte amplio. Por suerte, tan amplio como indefinido, todavía podemos encontrar lugares en nuestro planeta, en los que, de su descripción, podemos considerar como una frontera.

En la frontera, a medida en que uno se adentra en ella, la tierra virgen domina al colono: como en un retorno a los orígenes, cuando más se adentra, es un volver más atrás en el origen, al propio origen. El colono llega vestido a la europea, viaja a la europea y como europeos con su manera de pensar y las herramientas que utiliza. Pero la tierra virgen le saca del coche de ferrocarril y le mete en la canoa de abedul. Le quita los vestidos de la civilización y le hace ponerse la zamarra del cazador y los mocasines. Le hace vivir en tiendas o cabañas de troncos. El colono, casi de manera inconsciente, deja de serlo, y se adapta a las costumbres de un pasado lejano en la memoria ya olvidada. Pronto se empieza a reconocer en el medio mismo. Luego construye como los habitantes de la frontera, como los cheroquis, los iroqueses, y en torno a sí levanta una empalizada india. Durante un tiempo, el colono antes civilizado se encuentra a sí mismo, se reconoce en el medio, y el mismo medio: cazando como cualquier otro ser donde no hay leyes, ni moral, ni nadie que lo juzgue: solo vive, tratando de sobrevivir.

No pasa mucho tiempo sin que el colono siembre maíz. En una palabra, el medio ambiente de la frontera resulta al principio demasiado duro para el hombre blanco. Que poco a poco va a ir transformando la tierra salvaje. Pero otros no lo harán. Esos otros son los que se encontraron a sí mismos (renacidos) en la frontera, estos se han convertido en habitantes y frontera, que ante el empuje de la civilización, se retiran atrás con ella, buscándose a la vez que buscan en la experiencia sin saber que les espera.

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